Sebastião Salgado
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on martes, 21 de julio de 2009
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Nació en 1944 en el estado de Minas Gerais, Brasil. En 1968 obtiene una maestría en economía en las universidades de São Paulo y Venderbit. De 1969 a 1971 frecuenta, en París, la Escuela Nacional de Estadística Económica. En 1971 obtiene el título de doctor.
De 1971 a 1973 trabaja en África para la Organización Internacional del Café. De ahí surge su pasión por la fotografía. Regresa a París y comienza a trabajar como reportero fotográfico.
Sus primeros trabajos los realiza en África. De 1977 a 1983 viaja por América Latina y publica un libro de fotografías titulado Otras Américas. En 1979 comienza a trabajar para la agencia Magnum.
En 1986, inicia un proyecto sobre la desaparición del trabajo manual que se concretiza en 1993 en su álbum Trabajadores.
Los Refugiados de Etiopia
En 1998 ganó el premio Príncipe de Asturias de las Artes, convirtiéndose en el primer fotógrafo en obtener ese galardón. El tema característico de las fotografías de Salgado, es la condición humana, su obra es una permanente denuncia del abuso, opresión y sojuzgamiento del hombre por el hombre. El trabajo correspondiente a los trabajadores de Sierra Pelada en Brasil, no sólo muestra un hormiguero humano trabajando en condiciones infrahumanas, sino también una imagen de toda una sociedad ausente y de espaldas a una realidad absurda y brutal. Etiopía, Bangladesh, India, Tailandia, Sudan son algunos de los escenarios en donde este excelente fotógrafo rescata imágenes nada complacientes y a la vez técnicamente perfectas, volcando en cada una de ellas la visión comprometida del artista y el sentimiento más profundo del hombre.
Salgado pertenece a esos fotógrafos comprometidos con lo social, en la tradición de la fotografía socio documental. Trabajó en la administración de la OIC (Organización Internacional del Café), pero en 1973 abandona su carrera para dedicarse a la fotografía, terreno al que llega relativamente tarde y de modo autodidacta.
En 1994 deja Magnum para formar su propia agencia Amazonas Images en París para representar su obra. Destaca en su obra la documentación del trabajo de personas en países menos desarrollados o en situación de pobreza.
Fue nominado representante especial de UNICEF en el año 2001.En la introducción a "Éxodos" dice: "Más que nunca, siento que solo hay una raza humana. Más allá de las diferencias de color, de lenguaje, de cultura y posibilidades, los sentimientos y reacciones de cada individuo son idénticos."
Durante los inicios del año 2000, periodistas del New York Times y la escritora Susan Sontag criticaron las fotografías de Salgado. El fotógrafo fue acusado de utilizar de manera cínica y comercial la miseria humana, de exponer de manera bella las situaciones dramáticas corriendo el riesgo de hacer perder su autenticidad.
Actualmente se le considera uno de los mejores fotografos del mundo. Trabaja en proyectos propios de larga duración, algunos de los cuales han sido publicados en libros como Otras Américas, Éxodo,.... Sus fotografías más conocidas podrían ser las realizadas en las minas de oro de Serra Pelada en Brasil. Suele fotografiar en blanco y negro con Leica. En junio de 2007 ha tenido una gran exposición antológica sobre su trabajo en Madrid, dentro de Photo España. La exposición ha ganado el Premio del Público del Festival.
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on lunes, 6 de julio de 2009
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Diego Velásquez
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on viernes, 3 de julio de 2009
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Diego Velásquez
La importancia de Velázquez, al margen de su propia personalidad, radica en su capacidad de tratar de un modo magistral, a lo largo de su dilatada carrera, la mayoría de los grandes temas pictóricos de su época. Consumado retratista, no fue sin embargo inferior su calidad en obras de género mitológico, religioso, alegórico y paisajístico.
El arte del retrato
La evolución de sus retratos es sorprendente, advirtiéndose en ellos la falta de amaneramiento de los artistas que cultivaron de este género. Su primera obra dentro de esta temática es el retrato de Sor Jerónima de la Fuente (1620, Museo del Prado, Madrid), primera abadesa del convento de Santa Clara en Manila. En él, el maestro hispalense aún es deudor de un estilo seco y dibujístico, propio de su primera etapa sevillana. Antes de partir hacia la corte, realizó el retrato del poeta Luis de Góngora y Argote (1622, Museum of Fine Arts, Boston), en el que abunda en la captación psicológica del personaje.
A su llegada a Madrid, el joven Felipe IV le encargará un amplio repertorio de su imagen regia, que iniciará con el busto de Felipe IV con coraza (1625, Museo del Prado, Madrid), después de haber realizado el de Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares (1624, Museo de Arte, São Paulo), máximo valedor de su arte ante la corona española. Le siguen retratos de miembros de la familia real y del mismo monarca, tales como el Infante don Carlos y el Felipe IV de cuerpo entero, ambos en el Museo del Prado. En todos ellos el esquema es casi idéntico, consiguiéndose la profundidad visual gracias a la sombra que proyectan los cuerpos de los retratados.
Después de su viaje a Italia en el año 1629, la representación de los miembros de la realeza adquiriría un mayor realismo huyendo de la enfatización. Velázquez los pinta no como ellos hubieran querido ser representados, sino como él los ve. La serie de retratos en traje de caza, encargada para la Torre de la Parada, y los retratos, ya comentados, para el Salón de Reinos, son buena muestra de la voluntad realista de Velázquez. Sólo de esta época, el Retrato ecuestre del conde duque de Olivares (1634, Museo del Prado, Madrid), se aparta de la actitud comedida de este pintor, para mostrarnos una representación resuelta en clave barroca.
Su segundo viaje a Italia el año 1649 marcará un hito en su carrera retratística que se resume en dos magníficos cuadros: el de su criado y también pintor Juan de Pareja (1650, Metropolitan Museum, Nueva York), y el del papa Inocencio X (1650, Galería Doria Pamphili, Roma). El retrato papal ha de considerarse uno de los mejores ejemplos de captación psicológica y de genial solución formal de la historia del arte.
Bufones y enanos
Mención aparte merecen sus series de enanos y bufones, iniciadas en 1626 con el Juan Calabazas, llamado Calabacillas (Cleveland Museum of Arts, Ohio) y continuada por El príncipe Baltasar Carlos con un enano (1631, Museum of Fine Arts, Boston). El Museo del Prado conserva la serie iniciada por Pablo de Valladolid (1633) y continuada por Francisco Lezcano, el Niño de Vallecas (1634), El bufón Barbarroja, Don Cristóbal de Castañeda y Pernia (1636) El bufón Calabacillas, llamado erróneamente El bobo de Coria (1639), El bufón llamado don Juan de Austria (1643), El bufón don Diego de Acedo, "El Primo" (1645) y El bufón Sebastián de Morra (1644).
Obras Mitológicas
La mitología es tratada por Velázquez con el concepto propio de los pintores naturalistas. Al igual que Caravaggio, humanizará el mito haciéndolo cotidiano, casi protagonista de una escena de género. Esta temática se inicia con el Triunfo de Baco (1629, Museo del Prado, Madrid), más conocido por Los borrachos. En él su protagonista pierde valor ante la fuerza de los personajes populares. Es obvio que Velázquez conoce profundamente la cultura mitológica, aprendida en casa de su suegro Pacheco, lugar de reunión y debate de la intelectualidad sevillana de la época. Y como lo conoce se atreve a desmitificarlo.
Su influencia
Tras su muerte, Velázquez fue objeto de admiración por parte de muchos artistas. La huella del pintor se pone de manifiesto en los trabajos de artistas tan extraordinarios como Francisco de Goya. En este sentido, podemos encontrar alusiones a Las meninas en La familia de Carlos IV, obra que el aragonés realizó en 1801. Ambas pinturas tienen como tema al artista trabajando en compañía de la familia real. Sin embargo, Goya optó por una composición sobria y de escasa profundidad, que contrasta con el dinamismo y la abundancia de planos de la obra de Velázquez.
Muchos especialistas han puesto de relieve la importancia de Velázquez para la pintura del siglo XIX. A partir de una deslumbrante variedad de pinceladas y una sutil armonía de colores, logró efectos de forma, textura, luminosidad y atmósfera que lo convirtieron en un precedente de la pintura impresionista. Las propuestas de artistas como Édouard Manet, Auguste Renoir o Claude Monet deben mucho a la lección de Velázquez.
No menos significativa ha sido la huella de Velázquez en el arte del siglo XX. Nada menos que el malagueño Pablo Picasso, el más importante artista de la centuria, se basó en Las meninas para elaborar diversas series de composiciones. Otros notables artistas modernos, como Francis Bacon, Antonio Saura o Manolo Valdés, también se inspiraron en su pintura para elaborar algunas de sus propuestas más destacadas.
Detalle de La Venus del espejo (1650)